domingo, 13 de julio de 2008

Juan Eduardo García-Huidobro, ex presidente del Consejo Asesor de Educación


“SI TODOS LOS CHILENOS TUVIERAN A SUS HIJOS EN LA EDUCACIÓN PÚBLICA, SE ARREGLARÍA MAÑANA. PERO AHÍ ESTÁN SOLO LOS POBRES”

Es uno de los expertos más reconocidos en el tema educacional y pinta un cuadro muy claro de los actores y sus causas en este debate. Cómo las elites de derecha e izquierda se resisten a una educación pública de calidad para resguardar la exclusiva formación de sus hijos; cómo la Iglesia pelea por mantener la selección en los colegios católicos. Por último, le cobra a la Concertación el peor de sus errores: haber implementado el financiamiento compartido en las escuelas particular subvencionadas. Ello, opina, agudizó el clasismo y la segmentación tan presentes en la sociedad chilena.

POR MARCELA RAMOS • FOTO ALEJANDRO OLIVARES



Todos queremos una educación más justa e igualitaria ¿Por qué no se avanza en eso?
-Porque no estamos de acuerdo. Porque hay un conjunto de intereses, ideologías y modos de ver el mundo que se expresan en cuestiones tales como ‘yo quiero que mis hijos estén en una mejor posición que el resto’; o, ‘si logré llegar donde estoy, quiero legítimamente que mis hijos también lo hagan’.



-¿Quién representa esos argumentos? ¿La derecha?
-No me gustaría demonizar a la derecha en esto, pues al interior de la Concertación no hay una posición unánime sobre el punto. Tengo la impresión de que este es un tema muy sensible y ha sido una discusión larguísima en la historia de Chile. Uno lo ve cotidianamente. Ahora, sí creo que es una posición de derecha, aunque la tenga gente de izquierda.



-¿Y es una posición que representa también la Iglesia?
-Para tener un sistema de educación justo e igualitario en Chile, es necesario sacar dos cosas: el pago y la selección, de manera que cada familia pueda elegir lo que cree mejor para sus hijos. En el debate que realizamos en el Consejo, la Iglesia se opuso a terminar con la selección argumentando que eso iba en contra del proyecto educativo del establecimiento. Pero ese argumento es raro, porque es el colegio el que ofrece un proyecto. O sea, si soy católico y quiero un proyecto educativo laico para mis hijos, no veo por qué me van a dejar fuera. Del otro lado: si no soy católico, pero quiero un proyecto de esa creencia para mis hijos, bueno ¿no me van a aceptar? Eso me parece algo indebido, sobre todo si se está haciendo con la plata de todos los chilenos. Visto así, la libertad está en el empresario de la educación que selecciona y no en la familia.



-¿Y esto no cambia con la nueva ley propuesta por el gobierno, la LGE?
-No hay un gran cambio. Se coloca “la no selección” hasta sexto básico, pero se introduce este tema del proyecto educativo del colegio, entonces igual se abre una puerta para seleccionar. Claro, si un colegio no acepta a alguien va a tener que justificarlo, pero igual se abre una puerta demasiado ancha.



-¿Cuál es el temor de la Iglesia? ¿Perder influencia?
-El argumento se presenta de la siguiente manera: “si un apoderado elige un colegio católico, tiene que tener seguridad de que ese proyecto educativo va a ser posible. Y para darle esa garantía, tengo que asegurar que sea totalmente católico”. Si no recuerdo mal, el Cardenal Errázuriz, entrevistado por El Mercurio, puso el siguiente ejemplo: “si el proyecto del colegio es preservar el matrimonio indisoluble, etc, etc, por supuesto que quienes no viven eso, no pueden tener a sus hijos en ese establecimiento”. A mí eso me parece un exceso.



EL GRAN ERROR DE LA CONCERTACIÓN



-Usted estuvo durante seis meses al frente del Consejo Asesor de Educación. ¿Cómo se siente respecto al proyecto del gobierno?

-Si al final nos quedamos con la LGE, igual habremos dado un paso importante. Aunque la encuentro mezquina e insastifactoria para el momento que vive Chile, creo que hay un asunto que es muy relevante: los pingüinos lograron que conversáramos de educación y hoy sabemos que no hay acuerdo sobre estos temas.



-¿No le parece que eso es muy poco para celebrar?
-No, por lo siguiente: cambiar una ley de educación es hacer un cambio cultural. Acá los apuros no importan mucho. Vamos a tener una educación distinta cuando muchos miles de personas nos convenzamos de que es necesario que haya una cosa diferente. Debatir sobre educación no es lo mismo que aprobar una ley para subsidiar los combustibles.



-Pero tras 18 años de gestión concertacionista, ese cambio debía haberse producido ya.
-No le achaquemos todo a los gobiernos de la Concertación. Estamos metidos en un cambio cultural a nivel mundial, una transformación donde el individuo tiene mucha importancia; donde el peso del Estado es ridículo en comparación a los años 60 y esos cambios no van necesariamente en la línea de una mayor justicia social. La desigualdad en el mundo crece todos los días.



-Pero esos países que son más individualistas, se han construido sobre un estado de bienestar o, al menos, a partir de sistemas de educación pública y gratuita.
-Claro, siempre ha sido difícil aquí en Chile. Ahora, también es bueno decir algo. En los 80, el modelo neoliberal en educación implicó un enorme cambio en las reglas del juego. Pero eso se profundizó en 1993. Una responsabilidad central de lo que tenemos hoy es de la Concertación, que implementó el sistema de financiamiento compartido (el aporte que hacen las familias a los colegios particulares subvencionados). En mi opinión, es muy importante terminar con ese sistema aunque sea de manera gradual.



-¿Cuál es el problema con el financiamento compartido?
-Que cuando se implementó, un 92% de niños y niñas chilenas estaban en escuelas gratuitas ¿Qué implicaba eso? Que la mayoría estaba en ese sistema y tenía una voz más poderosa. Hoy nadie aboga por la escuela gratuita, en ella sólo quedaron los pobres, los sin voz. Es decir, los funcionarios del ministerio de Educación y los profesores de Chile, no tienen a sus hijos en un colegio municipal. Para qué decir los diputados, senadores o ministros. En el fondo, la educación pública de Chile pasó a ser la educación de los pobres, y los pobres no tienen voz en Chile. Un buen cambio sería haber pasado desde un 92% gratuito a un 98%, ahí tenemos más voz. Y si logramos el 100% gratuito, le aseguro que la educación es buena mañana, porque todos tendrían que mandar a sus hijos a una escuela gratuita.



-¿Y el financiamiento compartido tampoco se toca en la nueva ley?
-Es que implicaría tocar poderes adquiridos por los sostenedores, pero también por las familias, que ven que por fin también son elite, porque pueden decir “mi niñita tiene mejor educación que la de la señora de al lado, que es rasca y manda a su hija a un colegio municipal”. Entonces, esta desestructuración del clasismo, por decirlo de alguna manera, que ha ganado espacio, es muy fuerte. A eso hay que agregar que Chile tiene una tradición de educación pagada. O sea, entre 1900 y 1920 hubo dos discusiones: una, respecto a que era bueno que la gente aprendiera y otra pelea respecto a lo que en esa época se llamaban “las preparatorias”. Porque en aquellos años, el que iba al liceo, no iba a la escuela con todos, sino que asistía a cursos preparatorios. Y las clases dominantes chilenas mantuvieron a sus hijos en ese circuito separado. O sea, en el fondo Chile nunca tuvo esa educación que a veces soñamos que tuvimos. Una educación amplia, gratuita, eso no existió nunca.



-Pero cuando la Presidenta Bachelet, el ex Presidente Lagos y la ex ministra Alvear se jactan de ser hijos de una educación pública, la pintan así...

-En el momento en que Lagos fue al Instituto Nacional, los chilenos y chilenas que iban a enseñanza media, a humanidades, eran el 14%. Ahora, la punta de ese 14% iba al Instituto Nacional. O sea, los super selectos.

fuente: the clininc

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